¿Quién no conoce el nacimiento del río Pitarque? para las personas como yo, quizás demasiada gente. El nacimiento de río Pitarque o “el Ojo la Fuente”, es un paseo de 4 km ida y otros tantos de vuelta que te reconcilia con la naturaleza.
Puede hacerse como un paseo deportivo, fotográfico o familiar, con niños que disfrutan del camino y del agua que nos acompaña con su alegre murmullo durante casi todo el trayecto. Resulta ser una de las excursiones preferidas en Aragón.
No obstante recomiendo hacer un paseo tranquilo y solitario para reconciliarnos con la naturaleza en un territorio aparentemente ignoto. La primavera es una época bondadosa pues nos regala el restallido de su vegetación que gracias a la humedad del terreno posee un variado bosque de ribera, además en sus laderas podemos encontrar quejigos, guillomos y cuando se estrecha el cañón, serbales, avellanos, arces silvestres, latoneros,… el omnipresente pinar justo cuando el valle se empieza a estrechar y adquiere verticalidad.
Si levantamos la cabeza hacia las paredes del cañón veremos buitres “aparcados” que nos contemplan desde su roquedo, y a veces sobrevolándonos aprovechando las térmicas. La nutria y la cabra montesa también merodean por los alrededores.
Quizás el otoño pueda resultar más melancólico pero la paleta de colores que dibuja el lienzo del valle del Pitarque es excepcional, los verdes, ocres, amarillos, rojos, en sus variadas tonalidades y el intenso cielo azul junto con el sonido acuático provocan un estado anímico de relajación, más íntima cuanto menos público hay.
En la Era de la Modernidad somos homos sendentarios de costumbres nómadas, estamos al tanto de muchas noticias (demasiadas) en su mayoría vacuas, vacías como el terreno que pisamos en nuestro itinerario. Los primitivos que habitaban estos territorios, al igual que Adán el primer humano (que viene del hebreo y significa tierra), basaban su economía en los frutos de la madre tierra y la lluvia. Al final todos seremos polvo, pero no sin antes habernos modelado. En nuestros pasos podremos recordar quienes somos o fuimos.
Un paseo tranquilo, observando, escuchando, recordando. A pesar de ser un camino natural, la antropización presenta alguna manifestación como la ermita de la virgen de la Peña o la central hidroeléctrica (en desuso). Pero son un espejismo de lo que fue y ya no es… el tiempo, el agua, el viento, todo lo modela, solo nosotros con nuestro caminar vamos desempolvando los esquivos recuerdos de nuestra mente.
Realizamos un viaje interior a través del paisaje travertino que el agua dibuja en las rocas porosas, en clara simbiosis con el líquido elemento y la vegetación, transformando el paisaje y rememorando el origen de la vida. La chimenea o surgencia kárstica es excepcional sobre todo cuando lleva agua.
Regresamos a la localidad de Pitarque desandando nuestros pasos, ya vemos el pueblo en la distancia y tomamos consciencia a través de los bancales megalíticos que manos de otro tiempo compusieron de forma ordenada y que como sinapsis envejecidas se van derramando de forma irresoluta. Llegamos a la huerta, árboles frutales, cerezos, manzanos, higueras… el agua canalizada circula por todos lados, hay vida. Subimos por la cuesta de la herrería y nada más culminarla echamos la vista atrás despertando de un sueño, quedando la foto fija de esos recuerdos encapsulados, que solo en este trayecto de ida y vuelta hemos podido entender. Ya estamos en la plaza de la Fuente y el cuerpo pide un buen trago de agua fresca.
Este capricho de la naturaleza fue declarado Monumento Natural en 2009 por el Gobierno de Aragón, también es LIC (lugar de interés comunitario) y ZEPA (zona especial de protección de aves).